Terror en la luz.

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viernes, 14 de diciembre de 2012

De lo espiritual en el arte. Kandinsky.


“De lo espiritual en el arte”, Wassily Kandinsky

“Cualquier creación artística es hija de su tiempo y, la mayoría de las veces, madre de nuestros propios sentimientos”.

Con un arranque tan rotundo, Kandinsky busca adentrar al lector en lo que más tarde llevará a cabo a lo largo de la introducción del libro, donde pretende transmitir que el arte pertenece a un momento determinado en la historia. No es lo mismo sentir hoy el arte que se creó hace doscientos años y nadie en aquel momento podía imaginarse cómo sería el arte que hoy tenemos. Hoy mismo, ni siquiera somos conscientes del propio arte que tenemos, pues se nos va de las manos. Esta idea, además, la va manejando en cada tema y aplicándola según determinados aspectos artísticos.

El artista señala que, por mucho que se intente hoy reproducir obras de ayer, el resultado jamás podrá ser el mismo. Son diferentes contextos (sociales, políticos, económicos…), una cultura modernizada que ya no puede ver con los mismos ojos ni sentir de igual forma que antaño el arte. Lo que debe hacerse es adecuarse a cada época, según Kandinsky.

Continuando en esa línea, desemboca en el concepto más relevante del libro y en el que se basa a la hora de explicar características como la forma y el color, entre otras. Dicho concepto no es otro que lo espiritual y como consecuencia de ello, habla del alma como soporte “físico” del mismo. A raíz de este concepto perfila las dos corrientes artísticas, que, de forma muy básica dividen el arte en dos:

Lo material, es decir, lo convencional, lo concreto. Plasmar en la obra lo que los ojos ven de la realidad. Tratar de alcanzar los detalles de la manera más perfecta posible para, así, poder realizar la obra de arte más similar a “lo real”. Un ejemplo de ello es el impresionismo.
Lo no material o abstracto, que vienen a ser aquellos aspectos más psicológicos de una obra, lo difícil y casi imposible de explicar con palabras. Son aquellas características que se rigen por sentimientos, por impulsos. Un ejemplo idóneo serían las vanguardias.

En relación a estos dos ámbitos, habla de ideas políticas afines a cada uno. Por un lado está el perfil más liberal, que corresponde al bando abstracto, donde solo existen reglas básicas, pero lo que predomina es la libertad artística. Por otro, está el bando más conservador, que lleva a cabo sus obras siguiendo un método, una determinada estructura.


LA INFLUENCIA MUSICAL

Si hay un tema al que continuamente Kandinsky hace referencia para comparar con el arte pictórico, es la música. Destaca la música como el arte más abstracto: “La música de Schönberg nos introduce en un nuevo terreno, en el que las vivencias musicales no son ya acústicas, sino puramente anímicas”.

Wassily asegura que el artista pictórico siente envidia de la música, puesto que lo que más pretende es expresar su mundo interior a través de sus cuadros y ve cómo dicho objetivo lo alcanza la música de forma natural y sin dificultad. Así utiliza “herramientas” como el ritmo, a través de los colores, para, de modo alguno, introducir la música en su obra. Con expresiones como “un arte puede aprender de otro”, Kandinsky anima a buscar en otras artes la utilización idónea del arte propio.

- La danza: también tiene un hueco en el libro de Kandinsky, pues comenta que la evolución, tanto de la música, como de la pintura, como de la danza, dará lugar a la composición externa, la primera obra de arte monumental. Cuando las tres artes se sitúen al mismo nivel de evolución, esta composición podrá transmitir a la perfección la intuición del artista mediante el uso conjunto de las tres artes.


LAS MIL Y UNA CARAS DEL COLOR

Como constantemente el autor plantea dicotomías, no menos en el aspecto cromático. Plantea dos tipos diferentes de reacciones ante un primer enfrentamiento con una tabla de colores: por un lado un efecto puramente físico, el cual se correspondería con lo más concreto, material. El espectador reacciona de una determinada forma ante el estímulo causado al visualizar un color. Pero es un efecto que, casi acto seguido, cesa. Compara la sensación con el hecho de tocar un cubito de hielo: sientes frío, reaccionas de forma impulsiva, pero poco tiempo después lo olvidas, pues tu calor corporal hará que vuelvas a la misma situación inicial y dicha sensación cae en el olvido.
Por otro lado, el efecto psicológico que produce el color, una “vibración anímica”.

Según Kandinsky, a través del aspecto más físico, el color llega al alma. Por ello, en el fondo, dice el autor, no están tan separadas ya que cuerpo y alma son inseparables.

En cuanto al color prosigue comentando la posible asociación con otros objetos y no solo eso, sino que habla también de los efectos que cada color tiene sobre cada persona. La combinación de colores es infinita y, por tanto, las sensaciones, emociones y reacciones que provoca, son también inalcanzables.

FORMAS Y MANERAS

Exactamente en la misma línea que con el color, el autor del libro abre el camino de las formas para conocer, también , las diversas maneras de crear según este aspecto. Pero lo hace incluyendo ya, en el saco, también el color. Entonces procede a explicar la amplia gama de posibilidades que pueden suceder combinando color y forma: “Determinados colores son realzados por determinadas formas y mitigados por otras”. Por ejemplo, dice, los colores que tienden a la profundidad, tales como el azul, son resaltados por las formas redondas. Se produce una disonancia entre la forma y el color que abre la posibilidad de la armonía. Y esto, sumado a la música, amplía considerablemente las variantes.
           
De forma exclusiva hace referencia a la forma a la hora de hablar de composición dividiendo, de nuevo en dos posibilidades: la composición general del cuadro y las formas individuales que componen el todo, destacando que poco significan las últimas si no tienen dentro de la obra, como fin, formar parte del todo, que es el objetivo principal.

- La no realidad de los elementos y colores: el hecho de que se utilicen elementos y colores no reales, hacen que el espectador asuma esa ambientación fantástica y busque antes la anécdota que la significación del cuadro, con lo que se confirma que lo externo domina sobre lo interno. Para que no ocurra esto, hay que evitar reproducir la naturaleza de forma coherente, para eliminar el efecto de cuento y que la parte interna del cuadro tenga todo el protagonismo.


EL ARTISTA Y SU OBRA

 Kandinsky sostiene la idea de que no debe abusarse de la libertad creativa. Solo hay que alterar la realidad cuando la obra lo requiera, cuando el artista, para expresar sus inquietudes, necesite crear una realidad alternativa. Para el autor “El arte es el lenguaje que habla al alma de las cosas que para ella significan el pan cotidiano, y que sólo puede obtener en esta forma”.

Continúa enumerando los deberes del artista, quien para Kandinsky no es rey, no es dueño de la situación, sino que es un mero intermediario, casi un intérprete, que debe poner su talento al servicio del público, pero sobre todo, al servicio del Arte.

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